Mi reloj apunta la seis de la mañana, el vaho cada vez se va adueñando poco a poco de mi ventana y la visibilidad cada vez es menor.
Una taza de café caliente entre las manos y las sábanas aún por encima cual super héroe.
Hace frío fuera, por lo que me quedare en casa contemplando como duermes y contando cada uno de los lunares que te acompañan. Dibujaré siluetas en tu espalda y te susurrare cosas al oído hasta que te des cuenta de lo bonitas que son las mañana a mi lado.
Ya hace dos horas desde que te fuiste y aun tengo tu olor impregnado, esta habitación todavía huele a noche de locura y lo mejor es que aun conservo las marcas de tus mordiscos, lo que hace que yo me vuelva aun más loca por ti. Siento decirte que ahora ya formas parte de mi vida y que alejarme de ti sería totalmente impensable, así que pido mil noches de guerra y tus treguas cada mañana donde su componente principal sean los besos que nos demos...
Y si algún día tienes que marcharte, llévame en una maleta, yo prometo no pesarte tu promete no perderla.
